miércoles, 11 de febrero de 2009

El universo en una botella de Johnnie Walker

El misterio del tiempo ha quedado contenido en el control remoto de mi deco-dvdr. Detengo la señal en directo para ir al baño y cuando regreso la pongo de nuevo. Me pregunto que pasó con la señal que se detuvo y con aquella que, minutos más adelante, sigue su curso.

Llegan los comerciales y adelanto la señal a alta velocidad para comerme el tiempo que estuvo detenida y tratar de alcanzar de nuevo la señal en vivo, veo pasar las imágenes a gran velocidad hasta que los tiempos quedan parejos. Uno a uno. El pasado ahora es presente.

Me perturba el pasar, que siendo tan veloz lo vemos tan lento, me perturba el existir, que siendo tan trascendental es apenas ínfimo en las magnitudes espacio-temporales del universo.

Me preocupa el mismo pensamiento, que siendo tan profundo y enigmático, es tan reductible y fatuo .

Y pasan por la tele algunas imágenes de la más reciente expedición a la estación espacial internacional, que pronto se quedará sin fondos debido a la crisis. Se ve al fondo el planeta azulito y sereno, pleno, sin arriba y sin abajo.

Todo este juego del pensamiento, sin la fuerza de gravedad, se ve conducido a un aterrador vacío en donde las leyes que nos rigen bajo la cúpula terrestre, se vuelven otras más grandes y menos comprensibles, más allá de los confines visibles del espacio, en donde la lejanía infinita se curva, me encuentro de nuevo, mirando el fondo de una botella de Johnnie Walker, cuyo último chorro acaba caer dentro del vaso.

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