sábado, 31 de enero de 2009

La Vikinga Mormona

Los humos densos de sus pensamientos eran una combinación imperfecta de genialidades y vacíos, de realidades y fantasías y su súbita fusión. A veces creía tener un gran concepto pero siempre lo acuñaba de forma errónea, se le zafaba en el aire. Desconocía los antecedentes de todo pero hablaba con propiedad parcial de lo poco que creía comprender.

Así la conocí, era la Vikinga Mormona, la misma quien buscara amparo espiritual en los alucinógenos, que a veces proporcionan aires mesiánicos.

Llegó hablando de judaísmo, de extraterrestres, de Vikingos y mormones, de sueños de ser cantante y una insípida locura que ya empezaba a distanciarla de la realidad.

La tomé entre mis brazos, tomamos la nave Vikinga y navegamos por las montañas rocosas después de estar en Las Vegas y pelear con pandillas.

Despertamos entonces en aquel motel soporífero y descubrí que no habíamos salido aun de Buenaventura.

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