lunes, 15 de diciembre de 2008

ZWEISAMKEIT (cuento)

Has bajado al patio a sentarte en la silla donde un helecho gigante como sacado de algún jardín de la prehistoria, te hace sombra. Miro desde la verja color naranja y te veo inmersa en un libro… No había apreciado con detalle lo hermoso que es el jardín y el sentido gatuno que tienes para encontrar el mejor lugar de todo y de todos. Huele a cera y a madera, huele a ti, maderable y eterna… también huele a mi.

Ese patio siempre fue tu obsesión, rodeado de materas y flores, de plantas gigantes y de esos pequeños refugios en donde te hilvanas con las sombras.

Acabo de terminar el último capítulo, creo haber estado encerrado en el estudio por cuatro o cinco siglos, huelo a tahúr, a chicote, mi barba florece como la un Papá Noel alcohólico.

Hace un calor delicioso, parejito, la tarde esta invadida de una paz colosal y tu sigues ahí en silencio, leyendo sin pestañear con tus ojos de muñeca china.

Paso a la cocina y empiezo a cortar un limón para echarle a la cerveza y siento de súbito tus brazos que se enredan en mis caderas, volteo a verte y me doy cuenta de que ya no tenemos que hablar, que nuestras miradas han evolucionado, han desarrollado en sutiles brillos, un lenguaje mucho más sofisticado que la palabra misma.

Te beso suavemente y me voy a la ducha, paso no se cuantas horas bajo el potente chorro de nuestra ducha helada y descubro algo parecido a la felicidad, es que estás afuera del baño, en nuestro patio (tu patio), leyendo un libro o haciendo quien sabe que, mientras yo me ducho. No noto la presencia de dos, sólo unidad.

Me sacudo, me asomo por la ventanilla del baño y grito tu nombre, respondes al instante. Si, estás ahí.

Me pongo ropa liviana, tomo otra cerveza y voy a reunirme, a reunirme, a re-unirme contigo, bajo la escalera y te veo de nuevo, en tu lugar, el helecho hace ahora una sombra muy leve, el sol está marchándose.

Me acerco hasta tu pecho, siento tu olor, tu olor leve, elegante, como a bareta guardada por mil años en alguna caja mágica de sándalo, como a fique hechizado, y te beso y me besas… y sonríes.

Me siento a tu lado un ratito. Leo algunas páginas del libro por encima de tu hombro.

Cierro los ojos un segundo y al abrirlos descubro que de nuevo, todo es un sueño y que la única realidad es esta maldita novela inconclusa que por falta de papel, negado por el director del sanatorio, no he podido terminar. Malena, Malena… alguna vez te dije que cuando estaba contigo me sentía como si estuviera sólo. Si hubieras vivido, si hubiéramos creído, estaríamos en mi sueño, viviendo mi soledad.

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